martes, 12 de marzo de 2013

El Año de la Fe - Aporte del Padre Santiago Alcalde

EL AÑO DE LA FE
Santiago Alcalde, agustino


Texto del programa "Dialoguemos en Familia" del 1 de marzo de 2013


El Año de la Fe, en el que estamos, en el sentir de la Iglesia, ha de ser ante todo
“un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe”, a la vez que “una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo”. Es un año de gracia, pero también de compromiso. En él, cada creyente en Cristo, debemos plantearnos seriamente las razones de nuestra fe. El por qué creemos en lo que creemos. Y también, analizando cada uno su vida, ver cómo es su fe en el plano intelectual, afectivo y vivencial. No podemos vivir con una fe prestada en un mundo que cada vez nos pide con mayor fuerza dar razones personales de lo que creemos.
Sucedió una vez que se declaró un incendio entre los bastidores de un circo. El payaso salió al escenario a informar al público de lo que ocurría; pero el público, creyendo que era una broma, aplaudieron al payaso. Él de nuevo, con ademanes muy elocuentes, repitió el aviso, y la gente aplaudió más fuerte todavía. Cuando quisieron darse cuenta todo el circo estaba en llamas.
Creo que el mundo se acabará en medio de los aplausos de todos los inconscientes que pensarán que lo que ocurre es una broma graciosa. Veo en el rostro del payaso la preocupación, la ansiedad, la angustia, porque nadie, en el escenario de la vida, le hace caso y todos, eso sí, le aplauden y vitorean.
Muchas voces autorizadas nos dicen que la Iglesia está perdiendo credibilidad; y nos reímos. Nos dicen que en Europa y América no hay apenas jóvenes que aspiren al sacerdocio y a la vida religiosa; y no le damos importancia. Nos dicen que los jóvenes de hoy no quieren saber nada de la Iglesia; y no nos afecta, porque sabemos que la Iglesia durará por siempre. Nos dicen que impera el “cristianismo a la carta”, donde cada cual toma lo que quiere de dogmas, mandamientos, creencias y conductas, con la consiguiente confusión y debilitamiento de fe y costumbres; y seguimos tan tranquilos.
Nos están dando los avisos más serios que pueden darse, y que son verdad porque el fuego se ha declarado ya entre bastidores; pero seguimos riendo y aplaudiendo. El papa Benedicto XVI en su Carta Apostólica “Porta Fidei”, convocando al año de la fe, señala algunos de los “incendios” que él percibe en la Iglesia:
“Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado”.
“Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas” .
“La fe está sometida más que en el pasado a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos”.
El Año de la Fe es todo un desafío para los creyentes. Muchas personas han dejado a Dios, no por otros dioses, como a veces ocurría en el pasado; sino por ningún dios. Pero a la vez que dicen no aceptar ninguna religión, adoran la razón, la ciencia, el dinero, el poder, lo que llaman vida… Y estas “religiones”, lejos de satisfacer la sed de infinito del corazón humano, les dejan el poso amargo del desengaño, el relativismo, el escepticismo… La verdad vital que enunció san Agustín se hace cierta: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. El Año de la fe no ha de limitarse a un año, ha de tener continuidad. De él ha de salir, con vistas al fututo, un compromiso más consciente de vivir y anunciar la fe. Porque, como nos dice el Señor, no podemos dejar que la sal se vuelva insípida y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5,13-16).

Se pueden descargar los textos del programa "Dialoguemos en familia"
en la sección descargas del Blog

Muchas gracias Padre Santiago por su generosa colaboración




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